martes, 8 de abril de 2014

La Prisionera y la Reina. Capítulo tres.

VIII.


Baros aun se encontraba metido en una jaula, había visto como Rávaro incineró a su jefe de guardias sin mover un solo dedo y temía el mismo destino para él. Cuando ya se lo llevaban, Baros quiso saber si era cierto que Orám había sido amante de la mujer maldita, Rávaro respondió que sí, al igual que ellos dos, entonces el prisionero pensó, que la maldición era falsa lo que Rávaro desmintió rápidamente, la maldición es verdadera pero es solo de la mujer maldita y no de sus amantes, era la mujer la que no debía morir. Rávaro no tenía ningún impedimento para acabar con él de la misma forma como había acabado con Orám, pero antes  le ofrecería un trato, ambos tenían el mismo interés en encontrar a la mujer maldita, así que lo enviaría a él en una misión diplomática, muy acorde a sus cualidades, a negociar la recuperación de Idalia. 

Lorna había robado algunos frutos para comer y se había ocultado dentro del castillo que conocía bien, ya antes lo había hecho cuando el semi-demonio Dágaro murió por causa de la Criatura, y ahora volvía precisamente para devolverle la vida. Las joyas que le había pedido eran pequeñas piedras con la facultad mística de traer las almas del otro mundo a este y retenerlas dentro de cuerpos materiales nuevamente, el tétrico ejército de Dágaro estaba compuesto como ya se ha dicho, por almas de antiguos guerreros apresadas en cuerpos metálicos de lustrosas armaduras. Ahora Lorna necesitaba tan solo una de esas piedras y un cuerpo adecuado para que Dágaro volviera, tomara a su ejército, su castillo y acabara con su hermano Rávaro, pero para conseguirla debería bajar a las catacumbas, justo antes de llegar al pozo de las celdas había un pequeño pasillo que conducía a las bodegas, donde encontraría a Baba, el imperecedero bodeguero del castillo, un anciano ciego y mudo a causa de su antiguo amo y que hace años no respiraba aire fresco o sentía el calor del sol.


Con la llegada del atardecer Lorna se puso en movimiento, solo llevaba una roca en caso de que necesitara defenderse, era lo mínimo hasta que consiguiera otra cosa, la penumbra dentro del castillo era bastante más espesa que afuera y pronto deberían encender las antorchas, por lo que había un lapso de tiempo en que se podían recorrer los pasillos a oscuras sin llamar mayormente la atención, como lo haría cualquiera de los innumerables roedores y otros seres que de la ciénagas buscaban refugio y abrigo en los recovecos del castillo. Llegó a las escaleras de roca que conducían a los pisos inferiores, y comenzó a bajarlas pero una luminosidad creciente en el pasillo de abajo y el sonido de pasos la hizo volver rápidamente, se pegó a la pared y vio pasar a dos guardias, uno delante con una antorcha y otro atrás armado que llevaban en medio a un maltratado Baros pero caminando por su cuenta y sin grilletes de ningún tipo, no lo había visto desde que junto con Serna habían planeado matar a la mujer maldita para deshacerse de Rávaro pero todo había resultado mal y solo él había sobrevivido, le pareció muy extraño que lo llevaran sin cadenas, como si no temieran que fuera a huir. Pero esas cavilaciones solo le tomaron algunos segundos, debía seguir. Amparada en la oscuridad bajó las escaleras pero una vez abajo se detuvo ante un murmullo, alguien tarareaba una canción, se trataba de un hombre que venía encendiendo las antorchas del pasillo, Lorna se le acercó con la espalda pegada a la pared hasta llegar al lado del hombre que en ese momento se volteaba con una botella empinada sobre la cara bebiendo un largo trago de licor, cuando bajó la botella el hombre debió entornar los ojos para ver bien a la atractiva mujer que aparecía ante sus ojos manteniendo ambos brazos en alto e iluminada por la trémula luz de su antorcha. Lorna bajó los brazos de un movimiento rápido y con la piedra que tenía en sus manos le dio un golpe terrible en la cabeza al pobre tipo que dentro de su borrachera no sintió verdaderamente el golpe, pero su aturdido cerebro sí, sintiendo de pronto que ya no podía funcionar más y desconectando todas las funciones. El hombre se desplomó y aunque el golpe no lo mataría ya no se volvería a poner de pie, las llamas de la antorcha que tenía en la mano hicieron contacto con el licor de la botella y el que llevaba sobre la ropa incinerando el cuerpo rápidamente, Lorna tomó un puñal que el hombre tenía al cinto evitando quemarse las manos y se alejó antes de que llamara la atención. Al poco rato sintió los gritos angustiosos del hombre que en un intento desesperado de su cuerpo por salvarse se despertaba sin una consciencia real solo para dar gritos y movimientos automáticos que pronto se extinguieron del todo. Eso llamaría la atención de alguien por lo que la mujer se apresuró a alejarse rumbo a las catacumbas. El recorrido hasta allí le pareció sospechosamente solitario, no era un trayecto demasiado largo pero era extraño que no se hubiese topado con ningún soldado de Rávaro, pero la duda quedaría resuelta al llegar al último de los pasillos, al final de este, frente a las celdas que llevaban al foso, los soldados estaban reunidos, al menos una docena de ellos estaban ahí, haciendo un círculo y disfrutando de algo que sucedía dentro del círculo, Lorna no tuvo problema en alcanzar el pasillo que conducía a las bodegas pero algo la hizo detenerse unos segundos para ver qué era lo que mantenía entretenido al grupo de hombres y la respuesta no dejaría de sorprenderla. El enano de rocas estaba ahí, los hombres que se jactaban de su fuerza, hacían esfuerzos por separar las piedras que formaban el cuerpo del enano solo consiguiendo un par de centímetros, pero el enano sin grandes esfuerzos reunía sus piedras a veces apretando los dedos de sus agresores lo que provocaba el estallido de carcajadas por parte de los demás, de esa forma el enano se iba ganando poco a poco el aprecio de los hombres. La mujer no entendía como el enano había llegado hasta allí o por qué, pero le sería de gran ayuda para hacer su trabajo sin mayores inconvenientes. 


León Faras. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario