VIII.
“¿Y
qué fue lo que te dijo esa rata finalmente?” Bruno viajaba cómodamente
instalado sobre el bolso de Miranda como siempre, esta llevaba el libro negro
sin título sujeto contra su cuerpo, “creo que lo que me quiso decir es que este
libro es mío…” El gato la miró con suspicacia y poco convencimiento, “bueno, es
tuyo ahora porque no encuentras a quien pertenece, ¿no?” El camino de tierra
continuaba y debían desviarse hacia la pronunciada pendiente que ingresaba de
vuelta al pueblo, “no, al parecer el libro siempre ha sido mío…” la chica dudó
un poco y agregó “…o lo será en algún momento” Bruno hizo un gesto de
aburrimiento “o sea que te lo vas a quedar y ya no vamos a buscar al tipo que
lo olvidó” “¡es que nadie lo olvidó! Te digo que es mío” Miranda continuó su
camino, al pasar junto al mercado compró en uno de los puestos exteriores una
deliciosa y humeante tortilla que compartió con su compañero felino, este aún
no estaba convencido y quiso continuar con la conversación, Miranda lo miró
arrugando la nariz “¡trágate eso antes de hablar, gato maleducado!” Bruno, con
la boca llena de tortilla, debió hacer un buen esfuerzo para masticar rápido y
tragar para poder hablar “¿no habrás sido engañada por esa rata?” La muchacha
frunció el ceño “¿qué quieres decir? la idea de consultar a Almendra, fue tuya”
el gato ya tenía preparada su respuesta “¿pero cómo sabes que esa rata era
realmente Almendra? A mí no me pareció para nada sabia…” Caminaban en ese
momento por la pequeña y a esa hora, escasamente concurrida plazoleta del
pueblo, un amplio círculo de piedra con abundante vegetación confinada dentro
de abundantes y amplios cercos con tierra, la iglesia se podía ver sobresalir
al otro lado de la manzana, un hombre transitaba justo frente al santo edificio.
Miranda aun discutía con Bruno “Creo que sí era Almendra y para mí, sí era
sabia, pero si tiene razón o no, eso aun no lo sabemos” Frente a ellos el
hombre cruzaba la calle rumbo a la plazoleta. Bruno insistía majaderamente, “Ambos
sabemos que ese libro lo encontraste en la librería de Eulogio, y ya pertenecía
a alguien más… no hay que ser un sabio para saber que en primer lugar, no era
tuyo” El hombre caminaba hacia ellos, Miranda se detuvo para explicarse
correctamente “Sí, lo encontramos en la librería de Eulogio, pero ese libro ya
tenía mis palabras escritas, la hoja que copié, muchas cosas, muchos detalles,
como si me perteneciera, como si fuera mío, aunque aun no sepamos cómo ni cuándo…”
Bruno comprendió la idea pero no alcanzó a decir nada, vio cuando el hombre iba
a pasar junto a ellos, vio que el hombre traía un libro negro en su mano muy
similar al de Miranda y vio que esta se volteaba distraídamente para reanudar su
marcha justo en ese momento, ambos chocaron por sus hombros, el libro negro cayó
al suelo e inmediatamente después el gato le cayó encima.
El
hombre pidió disculpas, realmente había sido un empellón fuerte aunque
totalmente involuntario, Miranda sabía que se había volteado distraídamente y
que el atropello podía ser más que justificado, no era primera vez que le
sucedía y gracias a Dios nunca había chocado con algo realmente peligroso, iba
a decir algo pero se quedó callada, aquel hombre le pareció familiar apenas lo
vio, la ropa informal, el pelo corto y descuidado, la barba de un par de días,
no lo conocía pero en algún lado lo había visto, el hombre no se movía, la
insistente mirada de la chica lo mantenía retenido. De pronto la chica lo
recordó, no podía estar segura porque no conocía su rostro, pero ya sabía de dónde
provenía esa imagen en su mente que asociaba con aquel hombre, era el hombre de
aquel día en que encontró el libro, el que se encontraba en la librería de
Eulogio, era a quien supuestamente pertenecía el libro, Miranda llena de
ilusión balbuceó un “espera…” y veloz se agachó a recoger el libro, Bruno aun
se encontraba sobre él y su rostro reflejaba una enorme confusión que la chica
no tomó en cuenta, corrió al gato para agarrar el libro y triunfante se lo
mostró al hombre “¿Este libro es tuyo?” El hombre la miró sorprendido y sin
comprender la emoción respondió sin entusiasmo “Sí…”, y agregó “…lo acabo de
comprar” Miranda pasó de la emoción a la incomprensión y luego sonrió
incrédulamente “Pero si este libro no es nuevo…” dijo, pero su argumento se
derrumbó de inmediato, era idéntico al que había encontrado pero con la
diferencia de que este estaba en perfecto estado, inmaculado, total y
completamente sin uso. Miranda buscó a su alrededor, en su ropa, en el piso y
solo vio a Bruno que tan sorprendido como ella negaba con la cabeza “…solo cayó
un libro al suelo, solo uno…” ronroneó el gato.
León Faras.
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