martes, 29 de abril de 2014

Historia de un amor.

VIII.

“¿Y qué fue lo que te dijo esa rata finalmente?” Bruno viajaba cómodamente instalado sobre el bolso de Miranda como siempre, esta llevaba el libro negro sin título sujeto contra su cuerpo, “creo que lo que me quiso decir es que este libro es mío…” El gato la miró con suspicacia y poco convencimiento, “bueno, es tuyo ahora porque no encuentras a quien pertenece, ¿no?” El camino de tierra continuaba y debían desviarse hacia la pronunciada pendiente que ingresaba de vuelta al pueblo, “no, al parecer el libro siempre ha sido mío…” la chica dudó un poco y agregó “…o lo será en algún momento” Bruno hizo un gesto de aburrimiento “o sea que te lo vas a quedar y ya no vamos a buscar al tipo que lo olvidó” “¡es que nadie lo olvidó! Te digo que es mío” Miranda continuó su camino, al pasar junto al mercado compró en uno de los puestos exteriores una deliciosa y humeante tortilla que compartió con su compañero felino, este aún no estaba convencido y quiso continuar con la conversación, Miranda lo miró arrugando la nariz “¡trágate eso antes de hablar, gato maleducado!” Bruno, con la boca llena de tortilla, debió hacer un buen esfuerzo para masticar rápido y tragar para poder hablar “¿no habrás sido engañada por esa rata?” La muchacha frunció el ceño “¿qué quieres decir? la idea de consultar a Almendra, fue tuya” el gato ya tenía preparada su respuesta “¿pero cómo sabes que esa rata era realmente Almendra? A mí no me pareció para nada sabia…” Caminaban en ese momento por la pequeña y a esa hora, escasamente concurrida plazoleta del pueblo, un amplio círculo de piedra con abundante vegetación confinada dentro de abundantes y amplios cercos con tierra, la iglesia se podía ver sobresalir al otro lado de la manzana, un hombre transitaba justo frente al santo edificio. Miranda aun discutía con Bruno “Creo que sí era Almendra y para mí, sí era sabia, pero si tiene razón o no, eso aun no lo sabemos” Frente a ellos el hombre cruzaba la calle rumbo a la plazoleta. Bruno insistía majaderamente, “Ambos sabemos que ese libro lo encontraste en la librería de Eulogio, y ya pertenecía a alguien más… no hay que ser un sabio para saber que en primer lugar, no era tuyo” El hombre caminaba hacia ellos, Miranda se detuvo para explicarse correctamente “Sí, lo encontramos en la librería de Eulogio, pero ese libro ya tenía mis palabras escritas, la hoja que copié, muchas cosas, muchos detalles, como si me perteneciera, como si fuera mío, aunque aun no sepamos cómo ni cuándo…” Bruno comprendió la idea pero no alcanzó a decir nada, vio cuando el hombre iba a pasar junto a ellos, vio que el hombre traía un libro negro en su mano muy similar al de Miranda y vio que esta se volteaba distraídamente para reanudar su marcha justo en ese momento, ambos chocaron por sus hombros, el libro negro cayó al suelo e inmediatamente después el gato le cayó encima.


El hombre pidió disculpas, realmente había sido un empellón fuerte aunque totalmente involuntario, Miranda sabía que se había volteado distraídamente y que el atropello podía ser más que justificado, no era primera vez que le sucedía y gracias a Dios nunca había chocado con algo realmente peligroso, iba a decir algo pero se quedó callada, aquel hombre le pareció familiar apenas lo vio, la ropa informal, el pelo corto y descuidado, la barba de un par de días, no lo conocía pero en algún lado lo había visto, el hombre no se movía, la insistente mirada de la chica lo mantenía retenido. De pronto la chica lo recordó, no podía estar segura porque no conocía su rostro, pero ya sabía de dónde provenía esa imagen en su mente que asociaba con aquel hombre, era el hombre de aquel día en que encontró el libro, el que se encontraba en la librería de Eulogio, era a quien supuestamente pertenecía el libro, Miranda llena de ilusión balbuceó un “espera…” y veloz se agachó a recoger el libro, Bruno aun se encontraba sobre él y su rostro reflejaba una enorme confusión que la chica no tomó en cuenta, corrió al gato para agarrar el libro y triunfante se lo mostró al hombre “¿Este libro es tuyo?” El hombre la miró sorprendido y sin comprender la emoción respondió sin entusiasmo “Sí…”, y agregó “…lo acabo de comprar” Miranda pasó de la emoción a la incomprensión y luego sonrió incrédulamente “Pero si este libro no es nuevo…” dijo, pero su argumento se derrumbó de inmediato, era idéntico al que había encontrado pero con la diferencia de que este estaba en perfecto estado, inmaculado, total y completamente sin uso. Miranda buscó a su alrededor, en su ropa, en el piso y solo vio a Bruno que tan sorprendido como ella negaba con la cabeza “…solo cayó un libro al suelo, solo uno…” ronroneó el gato.


León Faras.

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