Era un precioso día de primavera,
los pájaros no paraban de cantar, los árboles viejos exhibían brotes nuevos,
las estatuas, atormentadas por la humedad y el excremento de incontables
generaciones de aves, lucían sabias y longevas. Lucio paseaba junto a su viejo
maestro entre las tumbas de sus ancestros, “Apolonia dice que el sitio donde
van los muertos, es un lugar donde todo es perfecto, los alimentos son
perfectos, los lechos son perfectos, incluso el clima es perfecto, ¿Tú qué
piensas?” El viejo maestro respondió sin dejar de caminar pausadamente, “Me
temo mucho que eso no sea cierto, joven alteza, no porque un lugar así no
exista, que existe, sino porque no hay ser humano dispuesto a aceptar que todo
pueda ser perfecto” “Bueno…” dijo el joven príncipe con seria convicción y
madurez, “…si todo fuera perfecto, yo estaría dispuesto a aceptarlo y
reconocerlo” el joven se quedó esperando una réplica, pero el viejo guardo
silencio. Al cabo de unos segundos, el príncipe recordó algo, “Espera ¿Dónde
está ese lugar que dices que existe donde todo es perfecto?” El maestro no lo miró ni se
detuvo para responderle, “Estamos en él, Alteza, siempre estamos en él”
León Faras.
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