jueves, 1 de julio de 2021

Del otro lado.

 

XLVI.

 

Aunque era una persona que procuraba mantenerse activa, a sus años, Beatriz estaba muy lejos de ser una mujer ocupada, por lo que cuando Gloria le dijo que había algo que deseaba mostrarle en casa de su padre, coordinaron una visita de inmediato. “¿Estás solo?” Preguntó Gloria a su padre incluso antes de saludarlo, escudriñando los rincones de la casa con desconfianza, este la miró con preocupación y desconcierto, ¿es que acaso no podía ver que estaba solo? Si se suponía que el ciego era él, “Pues… creo que sí” Respondió él, sin comprender que su hija se estaba refiriendo específicamente a las visitas de su amigo fantasma. Manuel se instaló en su mesa con los dedos entrelazados, mientras su hija preparaba café, “¿Y cómo van las cosas?” Preguntó el viejo con humildad, como si temiera estar diciendo algo inadecuado, Gloria lo miró, y su mirada reflejaba cansancio y un poco de desamparo, “Siento que me estoy volviendo loca, papá, todos los días me pasan cosas que hasta hace poco creía imposible. Es que si alguien me hubiese dicho que un difunto era capaz de provocar un incendio, ¡Me hubiese reído en su cara!” Su voz sonó un tanto desesperada, como quien se está viendo superada por las circunstancias. Su padre se puso de pie, y dando saltos de mueble en mueble con el tanteo de sus manos, como acostumbraba hacerlo cuando no usaba su bastón, llegó hasta ella para calmarla con la única y universal frase para eso, “Todo estará bien, hija, te lo prometo” Palabras siempre vacías, pero inexplicablemente reconfortantes viniendo de la persona adecuada. Al poco rato llegó Beatriz, no tenía ni idea de qué era lo que Gloria quería mostrarle, tal vez una remodelación, o algún mueble nuevo, no se le ocurría nada mejor, pero cuando se sentaron a la mesa, lo que vio fue solo un pequeño reproductor de cintas de audio, bastante anticuado, por lo demás, que no parecía tener nada interesante que contar, mientras Gloria le servía el café, Beatriz le preguntó amistosamente el porqué había sido citada, y la respuesta que recibió, fue una cara que le dio a entender que no se trataba de ninguna remodelación. Gloria se sentó, y mientras jugueteaba con el reproductor entre los dedos, les explicó lo más claro posible quién era Olivia, qué hacía y qué había sucedido aquel día en la cafetería, donde había sido grabada aquella cinta, por supuesto, el contenido de la cinta era lo que debían oír, pues necesitaba la opinión de ambos, Beatriz se encogió de hombros, aceptando lo que fuera, Manuel no hizo absolutamente nada, su rostro era como el de un bandolero al que acaban de desplumar en un juego de póker. La cinta comenzó a sonar, y Beatriz la oía con toda atención, hasta que la voz de Alan se escuchó, su cara se demudó, los músculos de su rostro que estaban contraídos se relajaron y los que estaban relajados se contrajeron, se llevó la mano a la boca y sus ojos se humedecieron, mientras Manuel seguía impertérrito, hasta que decidió intervenir, “Es suficiente…” dijo firme, pero sin alzar la voz. Ya no era necesario preguntar nada, Gloria estaba segura de que efectivamente aquella era la voz de Alan, “No había nadie más allí…” Aclaró, “…solo estábamos ella y yo, y no oí ninguna otra voz hasta escuchar la grabación” Luego de un sorbo de café, y de algunos segundos de silencio, agregó, “Creí que podría ser un engaño…” Manuel negó en silencio, Beatriz se inclinó sobre la mesa, “¿Cómo es eso posible? ¿Acaso esa mujer, puede contactarlo?” Le preguntó, aún con los ojos húmedos, “No lo sé, supongo que sí,” replicó Gloria, como justificándose.

 

Algunos días después, Manuel estaba sentado fuera de su casa, donde el sol entibiaba a esa hora de la mañana, cuando oyó la voz de su amigo. El viejo fingió estar enfadado, “Hasta que te decides a aparecer…” Le reprochó, Alan se sentó a su lado, “Lo siento, pero es que no tengo nada nuevo. No sé en qué dirección avanzar, amigo” Manuel apretó el ceño con fuerza, “¿Entonces no tienes ni idea de lo que sucedió?” Era obvio que el viejo esperaba que él le trajera noticias, pero Alan no traía nada, ni siquiera sabía que, según lo que Gloria le confesó a su padre el día anterior, Laura llevaba varios días sin manifestarse de ninguna manera, “…nada, ni un ruido, ni un movimiento, nada… ha desaparecido” “¿Entonces…?” Sugirió Alan, indefenso, Manuel miraba el vacío de su ceguera incrédulo, “Entonces, qué, ¿No han destruido a esa cosa que la perseguía para…?” El viejo se detuvo, era ciego, pero intuía hasta el rostro que debía tener su amigo en ese momento, se llevó la mano a la frente, “O sea que, ¿Mi nieta desapareció para siempre?” Alan no decía palabra, no sabía nada de lo que su amigo le decía. Manuel continuaba, “Devorada su alma por esa cosa, sin haber hecho nada malo…” “Eso no significa nada, son pocos días…” Justificó Alan, convencido de que era demasiado pronto como para que Laura hubiese sido devorada por el Escolta, a menos, claro, que ella misma se hubiese encargado de eso. Manuel negaba obstinado, “¡Esa chica estaba volviendo loca a mi hija! Todos los días y a toda hora, pidiendo ayuda, moviendo cosas, causando incendios, y de pronto, su presencia solo desaparece en el aire, como si nunca hubiese existido, ¿Crees que eso no significa nada?” Concluyó el viejo, con anhelo en el rostro por escuchar una respuesta, “No puede ser que se haya entregado…” Respondió Alan, aferrado a la posibilidad menos plausible en ese momento, Manuel tomó una bocanada de aire para calmar el ánimo y ponerle a su amigo la estocada final sin irritación en la voz, “Dime una cosa, si tuvieras un día más, ¿Podrías ayudarla? ¿O tres días… o una semana? ¿Sabes en este momento cómo detener a esa cosa o qué hacer para evitar que devore a mi nieta?” Después de unos segundos de silencio en espera de una respuesta que no llegó, agregó, “No me malentiendas, amigo, hiciste lo que pudiste, y te lo agradezco, pero no fue suficiente, y ahora me temo que ya es tarde” El viejo se quedó en silencio luego de eso, jamás podía saber cuándo Alan llegaba o se iba, pero intuía, y con cierto grado de seguridad, que Alan ya se había largado. Era cierto, caminaba con prisa alejándose de allí, restregándose una y otra vez las palabras de su amigo en la cara: que no importaba si Laura había sido devorada por el Escolta o aún le quedaban algunos días por delante, porque él no tenía ni idea de cómo ayudarla, no sabía qué hacer para detener un Escolta. Caminó inconscientemente hasta la población donde Laura vivió, en el parquecito vio a Julieta sentada en una banca, pero no estaba sola, a su lado estaba Richard Cortez, aunque este último no podía saberlo. Los dos hombres no se conocían, pero uno sabía perfectamente quien era el otro, “¿Alguna noticia de Laura y ese maldito Escolta que la persigue?” Preguntó el Chavo, dirigiéndose a Alan pero mirando hacia otro sitio, como para disimular que hablaba con un espíritu, este le dirigió una mirada poco alentadora a Julieta antes de responder, “Creo que le perdimos la pista, no lo sé, puede que ya sea tarde para ayudarla…” Confesó, tanto como una forma de desahogo, como para informar a la niña del inminente fracaso de su empresa, Richard lo miró sorprendido, Alan miraba a Julieta, “Todavía no es tarde, aún no ha terminado” Dijo el Chavo con seguridad tal, que a Alan le pareció hasta irresponsable, “¿Cómo lo sabes?” Richard no lo miró, saludaba a alguien a la distancia en ese momento, “Por su olor…” Respondió, luego de unos segundos agregó, “No el de ella, sino el del Escolta, tal vez no puedas sentirlo, pero de verdad que huele, y una vez que lo sientes, no puedes dejar de percibirlo, es amargo, es un olor amargo, y no se irá hasta que él se vaya” Después de eso se puso de pie porque alguien se acercaba para reunirse con él, antes de irse le susurró algo a Alan, “Si puedes verla, dile a la chica que acompaña a Lucas que gracias, no sabe el bien que le hace” No esperó respuesta, solo se fue. Julieta no podía ser más feliz en ese momento.


León Faras.

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