viernes, 10 de septiembre de 2021

Humanimales.

 

V.



Uno de los estilizados guerreros que seguían al trote el carro de Yagras, uno de aspecto felino y piel moteada, tenía apoyada una rodilla en el suelo junto al gran barco roto, mientras examinaba algo que le había llamado la atención. Buscar huellas en el Yermo, no era una tarea fácil, ya que este estaba lleno de ellas, las huellas podían permanecer mucho tiempo y la mayoría estaban deformadas por la humedad que brotaba del suelo como de una esponja, por otro lado estaba la cantidad exorbitante de formas y tamaños de esas huellas que, amenos que fuesen de un gigante de la tribu de Bulvar, que no frecuentaban demasiado el Yermo, podían ser de cualquiera y lo mismo llevaban una hora o seis meses allí, sin embargo, si se tenía paciencia y un poco de suerte, podías encontrar algo útil. El guerrero dio un agudo silbido para llamar la atención de su jefe, que revisaba con repugnancia el magullado pie de uno de sus carnófagos que había perdido una de sus uñas completa. Cuando Yagras llegó, el guerrero le enseñó una zona seca del piso, claramente restos de una fogata reciente, esparramada, también había un par de piedras manchadas de hollín lanzadas por allí cerca y lo más importante, una huella. “Estuvieron aquí, pasaron la noche y continuaron al alba” Yagras examinó el lugar, no había un solo árbol en el Yermo, apenas algunos arbustos que nadie entendía muy bien qué clase de agallas tenían para sobrevivir allí, pero la leña aún era abundante, vestigio de una gran vegetación seca y muerta hace décadas. Yagras continuó, “Seguramente el viejo necesitó leña para pasar la noche, dejó su cuchillo clavado en el suelo y lo olvidó, entonces fue encontrado por los hermanos de Portas” Luego se dirigió a su estilizado guerrero, “¿A dónde irías luego de cruzar el Yermo, Cifu?” Este respondió de forma instantánea, “Al Plato, por agua. Es el único afluente de buena agua en kilómetros” Yagras asintió mirando el horizonte, en dirección al cementerio de vehículos, “Sí, yo también” Confirmó.



¿Crees que ese tal Nurba tenga algo que ver con todo esto? Con lo del viejo muerto y la niña humana” Preguntó Tanco, con la boca llena de un enorme bocado de carne de rata, Mica examinaba la navaja, circunspecta, como si esta tratara de transmitirle algo, “No lo sé, es posible” Respondió devolviendo el cortaplumas a Límber, pero este le permitió quedárselo con una sacudida de su mano, “Escucha…” dijo luego, dándole un golpecito en el hombro a su compañero, “Somos incursores, si no regresamos nos darán por muertos, alimento de carnófagos, o peor aun, pensarán que nos hemos ido a otra tribu” Tanco se limpió la boca con el dorso de la mano antes de responder, “Entonces ahora sí quieres llevar con nosotros a la niña a Portas” “No podrán protegerla” Afirmó Mica, “Digo que debemos regresar, pero ella también tiene razón, una vez dentro, no podremos evitar que la despedacen si quieren” Casi gritó Límber, apuntando a su compañero con los restos de su raíz como si se tratara de un puñal, este rió cínico, como quién se encuentra con la misma excusa una y otra vez, “¡Entonces qué rayos quieres! ¿Quieres devolvérsela a Yagras? ¿Deshacerte del problema? ¡Qué propones hacer!” “Podemos llevarla a Mirra” Propuso Mica, levantando las cejas, los otros dos se voltearon a mirarla como si su voz hubiese brotado de la nada, “¿Podemos?” Repitió Tanco, irónico y sorprendido, “Yo soy de la tribu de Mirra…” Dijo la chica, señalándose a sí misma, como si eso fuese necesario, “Allá hay mucho espacio, la gente no vive amontonada como en Portas o en el Zolga, es más fácil pasar desapercibido. Y no hay muros” “¿No hay muros?” Volvió a repetir Tanco, esta vez incrédulo, “No, no los hay…” Confirmó Límber, y añadió, “La gente construye sus casas sobre largas patas de madera o sobre los árboles, a salvo de los carnófagos, pero aun así, eso está a seis días de aquí, por lo menos” “La Ruta de las Flores es segura” Insistió la chica, “Pero transitada” Insistió Límber. En eso estaban cuando se oyó una fuerte campanada sobre sus cabezas y luego otra. Tanco apretó su arma, “¿Qué rayos es eso?” La chica se asomó por la ventana de un salto, aun sabiendo que no vería nada desde allí, “Es alguien solicitando que baje la escalera, con seguridad es Yagras, no se me ocurre nadie más. La campanada volvió a sonar, “¡Rápido!” dijo la chica, agarrando con ambas manos la llanta sobre la que había hecho su fuego y tirando de ella, un agujero apareció abajo, “Ya les dije que este lugar está lleno de escondites ¡Entren!” No tuvieron tiempo de negarse, a pesar de lo poco atractiva que era la idea de quedar atrapados como ratas, confiando en una chica que apenas conocían, pero lo hicieron cuando la campana sonaba por tercera vez. Antes de volver la llanta a su sitio, Mica les estiró su lámpara, la oscuridad allí dentro era absoluta, pero al menos tenían sus armas.



Efectivamente, Yagras estaba allí, al otro lado de los muros de chatarra apilada, “Lo siento, estaba revisando las trampas.” Se excusó Mica, cogiendo la escalera, “No te preocupes, eso supuse.” Repuso Yagras, amistoso, y señaló a uno de sus muchachos que se había arrancado una uña completa y ahora sangraba y cojeaba penosamente, “Ya tiene más de veinte años, está viejo y débil. Necesitaré que me des uno de los tuyos” La verdad, era que los carnófagos no eran de nadie y podía llevárselos todos si quería, pero Yagras de Yacú era un hombre educado y respetuoso con los demás, “¡Claro!” Respondió Mica. Mientras los hombres de Yagras se dirigían a hacer su trabajo con largos bastones con lazos en un extremo de captura en la mano, Yagras llegaba junto a la chica, “¿Podrías ofrecerme algo de beber?” Mica solo tenía agua, pero para el líder de Yacú eso era perfecto, “¿Y cómo te ha ido con las chicas?” Preguntó Mica mientras caminaban a su casa, solo por hablar algo y parecer más natural, Yagras respiró hondo, como para apaciguar el disgusto que le provocaba ese tema en particular, “Mal, y con lo que costó capturarlas, ¡uno de mis hombres por poco pierde un brazo de una mordida! Las carnófagos hembras son criaturas endemoniadas, tremendamente hostiles y agresivas y sencillamente se niegan a aparearse en cautiverio… ya he perdido a dos de mis mejores muchachos por las heridas que ellas les hacen, ¡ni siquiera sirve vendarles los ojos!” Mica entró a su casa hablando particularmente fuerte, “¿Y no has probado con algún narcótico? En Mirra hay flores muy buenas para relajar a cualquiera.” Yagras entró observando, tuvo que inclinarse levemente para pasar por la puerta. Se podían ver y oler los restos de varias ratas achicharrándose en las ascuas, “Solamente eso me falta” repuso. Mica recogía cosas y se excusaba como una dueña de casa ante una visita imprevista, “Siento el desorden, pero es que cuando una vive sola…” Yagras se dejaba caer en uno de los asientos, “Por supuesto, hay prioridades” Dijo, mientras recibía su agua y la agradecía, “¿Sabes…?” Iba a comenzar a hablar algo, cuando una cosa llamó su atención, Mica se dio cuenta, pero ya era tarde, a su lado, donde antes había estado sentada, estaba la navaja que los muchachos le habían dado hace apenas unos minutos.


León Faras.



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