lunes, 13 de septiembre de 2021

Humanimales.

 

VI.



El hoyo aquel, no era más que un pequeño contenedor de combustible vacío hace muchos años, apenas más largo que un hombre promedio estirado sobre sus espaldas, el que no tenía un solo agujero por el que entrara algo de aire o la más mísera claridad. Límber permanecía tranquilo, con su fusil preparado en las manos y oyendo atentamente la conversación que se desarrollaba sobre sus cabezas, la niña a su lado, con la lámpara cerca de ella, seguía deshollejando semillas y metiéndoselas a la boca, que parecían tan inagotables como su voraz apetito, pero permanecía tranquila y ensimismada en su labor, el problema estaba con Tanco, que no dejaba de moverse, incómodo e inquieto, cambiaba de posición una y otra vez, se hacía tronar los nudillos y se rascaba obsesivamente donde no necesitaba hacerlo, “¡Quieres quedarte quieto! Lo único que haces es levantar polvo y hacer más difícil respirar aquí” Le espetó Límber en un susurro con claras intenciones de ser un grito camuflado, el otro volvió a rascarse la cabeza y a restregarse la cara cubierta por un sudor aceitoso, “Lo siento, es que no soporto los agujeros tan estrechos” Se disculpó Tanco, “¿Crees que…?” Iba a agregar algo, pero el otro lo hizo callar con la misma silenciosa intensidad de antes, “¡Mierda!” Escupió Límber. Yagras había encontrado la cortaplumas del viejo muerto.



¿De dónde sacaste eso?” Preguntó Yagras, señalando la navaja con uno de sus gruesos dedos, Mica procuró mantener la calma, “Se la cambié a unos viajeros por algunas de mis ratas” “¿Cuándo?” Preguntó el musculoso líder de Yacú, Mica pensó en mentir, pero rápidamente desechó esa idea, “Hoy mismo, poco antes de que tú llegaras” Afirmó con soltura, Yagras quiso saber cómo eran esos viajeros y la chica los describió como “…uno con largas orejas paradas y una pequeña barriga y el otro muy flaco, de piel oscura y una capucha” El hombre asintió satisfecho, “Ah, los hermanos de Portas. Es curioso que estuviera en su poder, porque conozco muy bien esa cuchilla” Mica miró de reojo el cortaplumas y luego a su invitado, “¿Cómo sabes que es la misma que conoces?” Yagras observó a la chica largamente y con seriedad, “Tú sabes cómo…” Respondió, y luego, con la gravedad del médico que tiene que dar una muy mala noticia, añadió, “…No te lo quería decir, sé lo mucho que te importaba” Mica demudó el rostro y hasta le temblaron ligeramente los labios, “¿Qué le sucedió?” Yagras tomó una bocanada de aire y acomodó los codos sobre sus rodillas, “Encontramos sus cosas cerca de la vieja torre, aunque, no había mucho de él, ya sabes como terminan los pobres desgraciados que son devorados por carnófagos, esas bestias lamen hasta la sangre del suelo” Mica sintió ganas de llorar, pero se contuvo, “Él sabía muy bien cómo cuidarse de ellos” Afirmó. Yagras volvió a acomodarse en su asiento, “La fortuna también juega un papel importante en esta vida, no sé que más decirte” La chica se forzó en recobrar la serenidad, “¿Hace cuánto lo encontraron?” El hombre se restregó la barba haciendo un rápido cálculo mental “Serán nueve o diez meses. Antes de las grandes lluvias. Lo siento” En ese momento sonó un chiflido, sus hombres estaban listos, tenían a un joven carnófago sujeto del cuello por el lazo, aunque ya dócil con la cabeza cubierta por una bolsa de tela negra y las manos atadas. Mientras sus hombres sacaban al carnófago herido, lo ataban a la cola del carro y ponían al nuevo en su lugar, luego de casi estrangularlo en la bajada del muro, Yagras le preguntó a la chica hacia dónde se dirigían los incursores de Portas, “No lo sé, supongo que a su hogar, ¿Por qué?” Se atrevió a preguntar Mica, aunque ya sabía por qué, “Me encantaría que me explicaran cómo salió esa navaja de Yacú y llegó a su poder” Respondió Yagras, con evidente disgusto en el rostro. Luego Cifu le lanzó un pequeño saco que ofreció a la chica, “Por tu muchacho” Le dijo. Eran zanahorias, y Mica adoraba las zanahorias, lamentablemente, no eran tan abundantes como las ratas. Una vez en su carro, el líder de Yacú preguntó lo que quería saber desde un principio, por el hombre que buscaba y que le había robado tan preciada posesión, Mica negó con la cabeza, “Puede que ya esté muerto…” Comentó, sin saber muy bien por qué, aunque en realidad eso siempre era lo más probable, igual que con Nurba, luego, y casi contra su propia voluntad, preguntó lo que más deseaba saber en ese momento, “¿Qué te robó?” Yagras la miró como queriendo descifrar el verdadero origen de tal pregunta, “De haberlo visto, lo sabrías” Respondió, y antes de azotar sus carnófagos, añadió, “Nos vemos pronto.”



Tanco salió del agujero con desesperación, como quien sale de una piscina en la que ha estado a punto de ahogarse, tenía su piel verde oscuro lustrosa de sudor y sus pequeños ojos muy abiertos, “Por todos los dioses ¡Es que querías matarnos!” Exclamó con exagerada afectación que la chica no entendió y solo se limitó a coger a la niña para sacarla de allí, Límber salió al final, tan tranquilo como había entrado, “¿Una pequeña barriga?” No pudo evitar reprocharle el comentario apenas tuvo a la chica en frente, esta le respondió con una zanahoria preciosa, de color y aroma intenso, que Límber recibió maravillado, totalmente incomparable con la raíz que había estado royendo hasta ese momento, nadie sabía por qué, pero para producir esas hortalizas, claramente Yacú debía estar bendecido por los dioses del cielo y de la tierra. También le ofreció una más pequeña a la niña que comenzó a mordisquearla de inmediato. Realmente esa criatura no paraba de comer. Y solo por educación, le ofreció una a Tanco, sabiendo que este la rechazaría como el alcohol para alguien con una dura resaca. “Yagras está muy interesado en saber de dónde sacaron esta navaja” Dijo Mica al fin, dejándose caer sentada en el suelo, culpándose por el descuido, “¿Por qué dejaste que la viera?” Le recriminó Límber, frustrado, aunque sin esperar una respuesta, “Ahora Yagras nos va a buscar y nos va a arrancar la verdad junto con el pellejo” Sentenció Tanco, quién aún no se recuperaba del todo de los interminables minutos en el agujero, pero tenía suficiente claridad como para pronosticar el negro destino que les aguardaba. “¡Mierda!” Exclamó Límber, con deseos reprimidos de golpear algo. Tenían una buena vida, un hogar seguro, él tenía a la hermosa Liana, a la que había acosado durante meses para que valorara su interés y conseguir algo más que su fría amistad y ahora se sentía con una soga al cuello, atada a una gran roca y a punto de caer hasta el fondo del Zolga, el río más grande que conocían. “Vamos a tener que dejar a la niña aquí” Afirmó de pronto, los otros respondieron un “¡Qué?” Largo y casi al unísono, “¿Acaso piensas librarte del problema dejándomelo a mí?” Protestó Mica, sin la menor consideración por la niña que seguía interesada en devorar su zanahoria y nada más, Límber intentó calmarla, “Solo será una semana, además, como dijiste, este sitio está lleno de escondites, ¿qué tan difícil puede ser?” Tanco negaba con la cabeza compulsivamente, “¿Crees que si la dejamos aquí, nos libraremos del problema? ¡Eres un iluso! Yagras sabe que le mentimos, nos va a buscar, nos va a encontrar y nos va a ahorcar con nuestras propias vísceras” Límber se dirigió a él con un dedo estirado en frente, “Escucha: si vamos a mover a la niña a alguna parte, vamos a necesitar un carro, como el que usa Pango para transportar sus cacharros de barro. Podemos conseguir uno en Portas” Tanco lo meditó por unos segundos, era una mala idea, pero definitivamente debían moverse, sin embargo, Mica no se fiaba ni un pelo, “Ni hablar…” Sentenció, “Si quieres un carro, lo haremos aquí. Tengo herramientas y en el Yermo hay abundante madera seca” Y Tanco estuvo de acuerdo.


León Faras.



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