sábado, 8 de marzo de 2014

El último vuelo.

Se levantó de la silla, y fue nuevamente a preguntar. Obtuvo, por décimo cuarta vez la misma respuesta, “Su nombre no está en la lista, señorita, lamentablemente no la puedo dejar pasar” Para Maite aquello era el colmo del mal servicio, ¿Cuánto tiempo más la tendrían esperando ahí? Ni siquiera estaba segura de donde estaba, seguramente una escala no programada, porque ese no era el aeropuerto de Santiago, no era ninguno de los aeropuertos de Latinoamérica que ella conocía más que bien. Más encima el único funcionario era un señor nonagenario que solo se limitaba a tranquilizarla y a consultar su libro, ¿pero en qué país estaría que no tenían ni siquiera computadores? Se sentía muy nerviosa, y esa angustia siempre le descompensaba el organismo, ahora necesitaba un baño, ya no aguantaba más y lamentablemente no conseguía una sola respuesta coherente del señor tras el mesoncito, Maite volvió a acercársele, esta vez dispuesta a darle lástima si era necesario para sensibilizarlo y lograr por lo menos alguna información útil para saber donde estaba y como salía de ahí, “Señor, por favor, si no puede dejarme ir ni darme información alguna, ¿podría usted comunicarse con alguien que pueda, con algún superior suyo, tal vez? Mis pies están congelados, mi nariz paspada por completo, no me he cambiado la ropa en no sé cuantos días y necesito un baño urgentemente, además no puedo dormir ahí, sería como recordar mi pobre infancia, pobre no porque no tuviéramos dinero, sino porque soy la menor de nueve hermanas muy insensibles”, el hombre de edad bastante avanzada, calvo y de generosa barba le miró con infinita paciencia, tolerancia mejor dicho, por sobre sus diminutas gafas… “Señorita, si su nombre no está en la lista no puede salir de aquí, pero no se preocupe, pronto solucionaremos su problema, sea paciente…” pero Maite ya no quería ser paciente y casi se subió sobre el mesón para reclamar y ser escuchada “… ¿paciente? Mire señor, llevo sentada ahí más de diez horas, muchos que han llegado se han ido o los ha dejado pasar y a mí aún me mantiene esperando, ¿qué es lo que pasa?...y además, yo viajaba con 17 deportistas, llevaban una identificación y estaban acompañados de personal técnico, dígame, ¿Dónde están todos ellos?, ¿Porque solo yo estoy retenida en esta terminal?…” Entonces San Pedro le contestó ya decidido a terminar con el asunto “Ellos sobrevivieron hija mía… ellos sobrevivieron…”


 León Faras.

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