sábado, 29 de marzo de 2014

Historia de un Amor.

VII.

En el trayecto Miranda le habló a la rata sobre el libro, sobre aquellas frases escritas aparentemente con su letra pero no por su puño, y sobre la hoja asombrosamente duplicada, el roedor parecía profundamente interesado, “… ¿se trata de un libro nuevo o viejo?”. Miranda ya divisaba el pozo de construcción firme pero antigua, con un pretil de angulosas rocas y un techo de tejas sostenido sobre dos gruesos pilares de piedra igualmente, una hermosa y llamativa enredadera de flores similares a las de la vainilla decoraba uno de los pilares casi hasta su cima. La muchacha se lo pensó unos segundos antes de responder “…pues por lo que parece es un libro que tiene algún tiempo de uso”, “¿no será que escribirás en ese libro en algún momento?” dijo la rata y bajó por el brazo de la muchacha hasta el pretil del pozo “pero lo que me preocupa no es lo que pueda escribir en un futuro, sino lo que ya está escrito en él” corrigió la muchacha, la rata señaló una cubeta para que la chica extrajera agua y mientras Miranda hacía su trabajo la rata le contó una historia, “Antiguamente, las mujeres recibían de manos de su marido un collar al momento de casarse, ese collar llevaba solo un adorno colgado que simbolizaba el compromiso, a medida que la mujer vivía su vida, se le iban agregando adornos correspondientes a los sucesos que vivía, nacimiento de los hijos, muerte de personas cercanas, traslados, tiempos de separación, todo quedaba reflejado en ese collar que la mujer cargaba hasta el día de su muerte y que luego se llevaba a la tumba…” la rata hizo un ademán de impaciencia para que la chica continuara subiendo la cubeta con agua del fondo del pozo y continuó con su historia, “…un día una muchacha encontró un collar en el suelo, este reflejaba toda una vida encima, al tratar de averiguar a quien pertenecía, no encontraron a nadie que hubiese perdido uno, obviamente pertenecía a alguien pero nadie supo a quien, entonces decidieron consultar a los ancianos, pues un collar como ese, con tantos años de uso no aparecía de la nada. Los ancianos dijeron que si el collar no pertenecía a ninguna de las mujeres casadas, ni vivas ni muertas, entonces debía pertenecer a la muchacha que lo había encontrado” Miranda tomó su cubeta llena de agua con ambas manos y comenzó a caminar con la rata sobre su hombro, iba confundida, no comprendía bien la moraleja de la historia “¿eso significa que la muchacha debió quedarse con el collar aunque no le perteneciera?” la rata se acomodó sentándose sujeta del cabello de la chica, “no, el collar sí le pertenecía y su vida completa sucedió tal como estaba reflejada en el collar” Miranda se detuvo en seco y se quedó observando un punto indeterminado del espacio mientras le hablaba secamente a la rata que llevaba en su hombro “¿Me estás diciendo que el libro ese dice cómo va a ser mi vida?” “Bueno… un libro y un collar no son lo mismo, pero a veces cuando se pregunta demasiado por el futuro, el futuro responde.”


Miranda llegó de vuelta al autobús abandonado donde Bruno ya se había acomodado sobre uno de los asientos que a esa hora eran acariciados por los cálidos rayos del sol de la tarde. La chica acomodó nuevamente la barra que haría de base para el balde apenas sujeta en uno de sus bordes para que el mínimo tirón del cordel la aflojara de uno de sus extremos y puso con mucho cuidado la cubeta llena de agua sobre esta, atada a la escotilla del techo, de esa manera solo caería el agua. La trampa que usaba la rata como precaución estaba lista nuevamente. “Bueno, ya me tengo que ir, muchas gracias por todo…” dijo la chica cordial y agregó mientras ya caminaba hacia la salida “…¡vamos Bruno!” pero este confundido no sabía que sucedía, se lanzó al suelo cuando vio que su ama ya bajaba del autobús y se largó solo haciendo una mueca de despedida a la rata que lo observaba desde uno de los asientos, afuera Miranda lo esperaba para cargarlo sobre su bolso, “¿qué sucedió?, ¿no se supone que debías hablar con Almendra?” la muchacha caminaba rápido y de muy buen humor “Ya lo hice Bruno, ya lo hice”.


León Faras. 

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