miércoles, 22 de abril de 2020

Autopsia. Quinta parte.


IV.

De los hijos que Anselmo Burgos tuvo en vida, sólo una heredó su apellido y los derechos sobre la miserable propiedad que su padre ocupara en vida, hasta la larga edad de noventa y un años. La oferta que le hicieron a la mujer por la propiedad, que prácticamente casi ni conoció, pues sólo su madre se ocupó de ella, le pareció bastante generosa, considerando el deplorable estado de todo y aun a pesar de la extraña condición que le ponía el comprador: éste lo quería todo, el terreno, la casa y lo que ésta contenía. Por lo que la hija de Anselmo sabía, su padre no tenía más que una pila de muebles viejísimos y un montón de basura esotérica con la que se ganaba la vida, por lo que aceptó el dinero y se olvidó del tema. De esta manera fue como Clodomiro Almeida volvió a encontrarse en persona con su antigua amiga a la que nunca pudo olvidar, y la que aún conservaba algo suyo clavado en su corazón: la Dama, de la que sí se había dado el trabajo de averiguar en los últimos años, mediante sus habilidades como investigador y periodista, varios datos sobre ella, como su nombre, el lugar donde vivió, el lugar donde murió y el porqué. Según lo que supo, Oriana fue una mujer nacida hacía casi ciento cincuenta años en un pueblo no lejos de la gran ciudad, que en aquel entonces era poco más que un caserío. Llegó al mundo marcada por la mala fortuna, no sólo una, sino tres veces, la primera, por matar a su madre en el proceso, la segunda, por cargar con una rarísima condición que la hacía blanco de todo tipo de recelos y sospechas, y era sólo que sus ojos eran de diferente color, una mácula que no podía ser obra de Dios, y la tercera, por nacer en un pueblo gobernado por un hombre loco llamado Niceto Aspe, un tipo suave y adulador, aficionado a la tortura y al sufrimiento ajeno con fines religiosos y evangelizadores. Su historia no era nada original, según él, su pueblo, su pequeño rebaño, sería el elegido por Dios para heredar la tierra luego de que el próximo apocalipsis que se avecinaba, acabara con la humanidad extraviada con un diluvio que ya no sería de agua sino de fuego, y se le metió en la cabeza que Oriana era una mancha, una marca, una mala señal de que el Maligno buscaba corromper el inminente éxito de su cruzada. Primero fue benevolente, condenando a la muchacha a ocultar sus ojos para siempre con una venda que la convirtió en una inútil que ya no podía trabajar, su padre, su único familiar, rogó que le permitieran encerrar a la muchacha en su casa donde nadie la vería nunca para evitar tener que cegarla, pero Niceto dijo que aquello sólo sería una tentación para el engaño, que debía mostrar ante todos su lucha contra el Maligno. Lo cierto es que Niceto, como buen patriarca, deseaba sembrar su semilla en ella también, como lo había hecho antes con otras varias jovencitas, con fines purificadores, claro. Y así lo hizo. Aunque de esta violación no había documento oficial que la constase, como sí de la ejecución, sí estaba registrada en los documentos parroquiales de un cura cercano al pueblo que recibió la confesión del angustiado padre de Oriana, antes de que éste decidiese colgarse de un árbol. La chica intentó resistirse, pero Niceto y sus hombres, la golpearon con palos como una forma brutal de exorcizarla, de manera que sus frágiles miembros se fracturaron en varias partes, luego procedieron a violarla sin remordimiento. Cuando terminaron, tuvieron la decencia de ir a dejarla a su casa para que su padre la atendiera. A pesar de su venda en los ojos, Oriana supo muy bien quien lo hizo, y hasta pensó en algún momento que aquel hecho horrible podría mejorar su vida hasta cierto punto, según como Niceto trataba a las muchachas de las que abusaba con su favor o sin él y al principio fue así, con algunos obsequios y sutiles favores, hasta que su embarazo se hizo evidente y la gente comenzó a hablar como una sola horda maligna que la chica estaba preñada del Diablo, y que era el hijo de éste quien era enviado en persona para acabar con la fe inquebrantable de ese pueblo. Niceto Aspe quiso calmar a la población declarando que aún no sabían cuál era el origen de ese embarazo, pero entonces sobrevino la desafortunada muerte de dos vacas que aparecieron hinchadas como balones luego de comer algo que no debían y todo el mundo lo tomó como una advertencia bíblica de lo que se avecinaba si no actuaban con fe y determinación. Y así lo hicieron. El pueblo se reunió en secreto para decidir cuándo y dónde iban a quemar a Oriana, y Niceto no tuvo más remedio que aceptar una decisión que ya estaba tomada de antemano. Ella sólo oyó el llanto amargo y descontrolado de su padre cuando la cogieron para llevarla frente al pueblo, cruelmente, no le dijeron nada hasta que le quitaron la venda, ella se negó a abrir los ojos, temerosa de que aquello fuese una prueba, pero entonces escuchó la voz de Niceto diciéndole que confiara, que todo estaba bien, y al abrirlos pudo ver por sí misma la pira preparada para ella. La chica gritó que esperaba un hijo del patriarca, pero aquella era la más burda y esperada de las excusas a las que podía recurrir el Maligno para no ser eliminado, por lo que simplemente nadie le hizo caso, la chica gritó por su inocencia, que había hecho todo lo que le habían dicho, que no podían quemarla, que no debían quemarla, pero fue ignorada hasta que comenzó a gritar lo que todos esperaban oír. Parte de lo que sucedió a continuación, Clodomiro lo encontró narrado en una carta que escribió una mujer destinada a su hermana, pero que al parecer nunca envió. La carta decía estar siendo escrita en tinieblas, a pesar de ser poco más de mediodía. Oriana gritó desde el poste al que estaba atada, que maldecía a ese pueblo y su gente, que todos se secarían allí estériles como sus tierras, que su patriarca los arrastraría a todos al infierno por lo que estaban haciendo y que lo verían llorar y cagarse encima antes de que la pira se apagara por completo, pues según decía la carta, Oriana había confesado ante las llamas que ella veía y hablaba con los muchos muertos inocentes que aún vagaban por el pueblo y que ellos le habían hablado sobre el destino de Niceto Aspe y de sus seguidores después de su muerte. La narración en la misiva terminaba hablando sobre un eclipse que ya se prolongaba por más de un día entero.

Cuando Clodomiro se encontró con el cadáver de un neonato en la tumba de Diana, durante las reparaciones del mausoleo, se dio cuenta de que algo muy extraño estaba sucediendo y de que aquello debía tener algo que ver con él y con su pacto con la Dama, comprendió que el hijo de Oriana había intentado en primer lugar nacer a través del cuerpo de Diana, pero no lo había logrado, pues ésta no había sido sepultada en tierra, sino en piedra y concreto, en ese momento, de súbito, recordó el diario del doctor Ballesteros donde mencionaba los angustiosos momentos pasados junto a Isabel Vásquez y luego a Domingo Montenegro, y los fetos extraídos de ellos, también hijos de Oriana que no lo habían logrado por diferentes motivos. Entonces Clodomiro tuvo una idea tan clara como una revelación, Elena había sido la siguiente, ella estaba embarazada de su padre al momento de ser trasladada al convento.

Llevó el cuerpo de Oriana hasta su casa para reunirlo con el de su hijo como en una macabra familia, la familia que él nunca había tenido y allí en una noche de velas, dibujos en el suelo, mantras en lenguas muertas y hierbas alucinógenas, Clodomiro supo qué debía hacer.



León Faras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario