jueves, 21 de julio de 2011

Nunca ames a un ave.

Nuevamente he de soportar los interrogatorios de la luna
Y sus ingenuas pretensiones de consolarme;
Su testarudez ante mis recriminaciones de que,
Si no puede traerte hasta aquí,
Entonces no me sirve.
Su belleza de dama blanca,
Rodeada de sus legiones de soldados de cristal
Sólo me recuerdan la paz de tenerte a mi lado
Y mi necesidad del calor
Que me provee tu presencia.
En vez de su diáfana claridad,
Preferiría una tormenta
Pues quién si no la lluvia
Es la madre de todas las lágrimas
Las mismas que yo no me atrevo a soltar,
Por no aceptar que talvez ahora es otro
Quien abusa de tu generoso amor.
Nunca fuiste totalmente mía,
A pesar de que tu entrega fue completa
Pero tampoco osé decirte que quería pertenecerte.
Dejarte libre era la mejor forma de permitirte amar,
Pero también la más arriesgada y la más cruel.
Nunca creí que un beso sería tan insípido
Si no venía de tus labios
Y ya sé que es patético admitir
Que dependo del alcohol para remplazarte
Aunque sea por un rato,
Luego solo me quedan ridículas excusas
Que no han hecho más que propagar mi podredumbre.
Puedo reconocer que he llegado ha amarte tal como eres
Pero no puedo explicar
Que eso incluya tu necesidad de ser libre.
¿Cómo despojar a una rosa de sus espinas sin ultrajarla?
O como seguir amándola.

Qué puedo hacer si jamás me han gustado las aves enjauladas
Aunque ahora que mis pesadillas comienzan cuando despierto
Ya no estoy tan seguro…


León Faras.

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