martes, 23 de agosto de 2011

Del otro lado.



 II. 


A solo unos pocos kilómetros de allí se yergue un sucio y desteñido edificio que parece incentivar el fracaso de sus inquilinos, se trata de una vieja construcción  destinada a albergar oficinas para los más variados rubros y profesiones, pero que con el tiempo ha perdido popularidad, al igual que las personas que arriendan allí, cuya sola permanencia es prueba inequívoca de su escasa prosperidad, y símbolo de un espíritu claudicado. El lugar cuenta apenas con los recursos necesarios para mantenerse en pie y no ser remplazado por alguna de las muchas alternativas de construcciones más rentables, aunque es probable que sea algún tipo de valor sentimental, proveniente de su dueño, el responsable de que esta decadente obra de concreto siga ahí. Sea como sea, hoy cuenta con muchas de sus oficinas desocupadas o convertidas en bodega de objetos en desuso, cuyo único propósito es acumular capas de seco y pringoso polvo sobre si. Precisamente en una de estas olvidadas e improvisadas bodegas, en el cuarto piso, es donde un hombre ha encontrado alojamiento, tal vez el lugar más idóneo para un tipo como él, o quizá la única alternativa con la que cuenta, o mejor dicho ambas. Sería recurrente pensar que hombre y edificio son responsables de la lamentable condición del otro, pero la realidad es que han alcanzado su destino por caminos diferentes. Alan, es su nombre, aunque algunas veces debe esforzarse por recordarlo, no es que sufra amnesia a tal punto de olvidar cómo se llama, pero es sabido que todo lo que la mente no usa, lo olvida, y para él sería imposible precisar cuál fue la última vez que su nombre le sirvió para algo. Arropado con su chaqueta, aún duerme sobre la silla de escritorio que todas las noches desde hace algún tiempo, le sirve de lecho, la luz del día entra con ímpetu por entre las endebles persianas evidenciando la innumerable cantidad de partículas sólidas que vagan suspendidas en aquel viciado aire, pero no al rincón donde Alan duerme, afortunado, quizá, de que esa silla estuviera allí en condiciones y en la posición adecuada para sostener su cuerpo, y además, con un par de cajas apiladas en frente propicias para apoyar las piernas estiradas, es un buen lugar, por lo menos hay espacio para él, a pesar de la cantidad de obstáculos que debe sortear solamente para pasar la noche en aquella sucia e improvisada cama, de no ser así tendría que buscar otro sitio, o acomodarse en algún trozo de suelo disponible, el hecho es que aquel tipo debe seguir una regla probablemente auto-impuesta que desde hace años le es muy difícil romper, Alan debe dejar todas las cosas como están, es él quién debe adaptarse al entorno, si este no le ofrece espacio, entonces debe marcharse, pero las cosas siempre se quedan tal y como están. Ya era media mañana cuando el hombre abrió los ojos, los abrió con determinación, como si los hubiera cerrado hace cinco segundos, luego miró a su alrededor desde la penumbra de su rincón, vio el cuarto en perfecto desorden, evidenciando olvido y abandono, montones de cajas apiladas con documentos que hace rato nadie recuerda que existen, mobiliario descompuesto que hubiera sido más adecuado desechar, están ahí en un indefinido limbo, incluso el pequeño baño muestra una extendida inutilidad, seco y sucio, aunque no con desperdicios orgánicos, sino polvo, un monitor descompuesto, algunas cajas con papeles y quién sabe qué más. Alan se pone de pie y sorteando un par de impresoras cubiertas de polvorientas telas de arañas, que parecen abandonadas por las propias arañas, se dirige a las ventanas, los motores de la ciudad funcionan con vigor ya a esa hora, en la avenida bajo sus pies hay abundante tránsito motorizado y peatonal, se pone su anticuada chaqueta y da media vuelta, rumbo a la salida, con especial cuidado de no alterar el entorno que lo alberga, salió al pasillo, en una oficina frente a él, un hombre levantó la vista fugazmente al oír la puerta, pero al bajarla la dejó en los papeles que la ocupaban, Alan caminó hasta el final del pasillo, pasando junto al ascensor que jamás usaba pues implicaba moverlo de donde estaba, llegó a la última puerta y entró allí, las escaleras, tomó la que bajaba y la siguió hasta el primer piso, otra puerta y luego un pasillo hasta la calle, en su camino se topó con un abuelo, un viejo de aspecto altanero que lo ataja al pasar, tomándolo por un brazo, “Ey, puedes decirme don…”, Alan sin siquiera mirar apuntó con el dedo hacia sus espaldas, “El tipo que está allá puede ayudarlo” y siguió caminando, el anciano volteó la vista hacia donde le indicó, hacia el vacío fondo del pasillo, y se quedó allí, parado, preguntándose para qué se había detenido, luego, seguramente continuaría su camino, hasta encontrar a alguien que le aclarara su duda, y al hacerlo, tal vez tendría un deja vu, la extraña sensación de ya haberlo hecho antes, sin saber dónde o cuando, pero sin ningún recuerdo de haber hablado con Alan, como cuando se despierta uno bruscamente y se sabe que estaba soñando pero se es incapaz de recordar qué, y el sueño se desvanece inexorablemente, esa era una sensación aproximada de lo que Alan provocaba en la gente, la mayoría de las personas, eran incapaces de retenerlo en su memoria, apenas salía de su campo visual, Alan era olvidado por completo, una curiosa condición que él ha debido saber sobrellevar y en muchos casos aprovechar.

La calle a la que sale no es particularmente concurrida, de hecho muy pocas personas circulan en ese momento, se detiene junto a un árbol frente a la salida, inclinando la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, como si quisiera aliviar un dolor muscular en su cuello, aunque no es su cuerpo el que protesta, el agotamiento es más bien mental, emocional, abre los ojos y una nube estática en el cielo llama su atención, parece pintada, en realidad parece pintura derramada, tan densa, tan blanca, se le antoja sólida al tacto, Alan menea la cabeza lentamente en negación, con una sutil sonrisa en los labios, ante lo irrelevante de sus conclusiones. Un fuerte empellón lo saca bruscamente de sus cavilaciones, el hombre que lo chocó le mira sorprendido, como si Alan hubiera aparecido de la nada, en parte, dentro de la mente de las personas, es así, lo ven, se distraen por un segundo y Alan desaparece de su memoria, “disculpe, es que…no le vi”, la escusa es sincera y Alan lo sabe, frecuentemente le suceden cosas así... echó a caminar, se dirigió a la parada de buses, una atractiva mujer de mediana edad le hablaba sin parar a una pequeña sobre sus propios problemas económicos y emocionales, mientras la niña distraída y ajena vagaba mentalmente por su entorno, Alan se quedó apoyado en la pared hasta que el pequeño y destartalado bus llegó, apenas apareció la niña se paró de forma automática, aliviada de poder librarse por un rato del monologo que su madre sostenía. Alan nunca pagaba en los buses, nunca tenía dinero, y aunque tuviera era inútil intentarlo, simplemente le murmuraba algo al conductor al pasar y eso era suficiente, su problema era que para bajar debía esperar a que alguien más hiciera detener el bus, su condición tenía cosas buenas y cosas malas. Cuando por fin logró bajar se encontraba en una población formada por bloques de departamentos con una polvorienta multi-cancha central franqueada de árboles pequeños y medio mutilados, con niños corriendo por ahí sin ningún propósito aparente y personas conversando con todo el día por delante, que por cierto, no era el lugar al que se dirigía: una población que habían pasado hace rato, y en dirección a la cual comenzó a caminar. 

El lugar estaba formado por casas viejas e individuales, calles deterioradas y árboles adultos que adormecían a los perros del lugar con su sombra. La casa en particular donde se detuvo tenia la reja cubierta de espesa enredadera, con un jardín que hace rato crecía sin restricciones, en el frontis de la casa una banca de madera y en ella un viejo sentado con los brazos reposados sobre un bastón, a su lado una mujer de mediana edad parecía explicarle extendidamente el motivo por el cual lo dejaría solo por algunos minutos y al lado de la mujer una chica joven se estudiaba las uñas mientras esperaba a salir junto a su madre. Alan se apoyó en un árbol cercano hasta que al cabo de algunos minutos la mujer y la adolescente salieron de la casa y se alejaron, entonces entró y como si se tratara de un lugar público se sentó junto al viejo al tiempo que murmuró “Hola Manuel”…el viejo giró la cabeza con brusquedad pero sin dirigirle la vista, luego volteó hacia el frente y comenzó a gritar desaforadamente “¡¡Gloria, Gloria!!”. Alan le informo con desgano que su hija Gloria y su nieta ya se habían ido, el viejo volteó la cabeza con la vista perdida, “¿cómo haces para que nadie te vea venir?...eh?...vas a conseguir que me encierren en un siquiátrico… ¿es eso lo que quieres?”, Alan sonreía ante la estéril irritación del viejo a su lado, “tranquilízate Manuel, nadie te llevará a ningún siquiátrico, y si lo hacen, entonces te iré a visitar allá”, el abuelo refunfuñaba entre dientes, siempre que comentaba sus conversaciones con Alan, nadie le creía pues siempre había algún vecino que aseguraba que nadie le había visitado y luego infaltablemente le insinuaban que imaginaba cosas debido a su avanzada edad mezclada con la soledad voluntaria en la que vivía desde que murió su mujer y esto se sumaba a su ceguera, lo cual lo indignaba, pero discutir sobre la veracidad de lo que hablaba solo empeoraba las cosas, pues su hija se limitaba a adoptar una actitud condescendiente, lo que lo disgustaba aún más. Aquel hombre maduro tenía la extraña cualidad de no olvidar la presencia de Alan como el resto de las personas, quizá debido a que no podía verle, quizá un don o algo distinto en sus genes, cómo saberlo. Se conocían hace mucho tiempo, cuando Manuel era joven, aunque en ese entonces el contexto era muy diferente al de ahora, para Alan aquel viejo gruñón constituía la única alternativa de amistad y la valoraba como tal. “Te estás volviendo un viejo cascarrabias, Manuel, antes no eras así, eras mucho más divertido”, “¿Sí?, pues es gracias a ti…bueno, bueno, como sea…” el abuelo tomó repentinamente una actitud serena, casi grave, “…necesito hablar contigo, hay algo que quería pedirte...” Alan levantó una de sus cejas y lo miró intrigado, nunca el viejo necesitaba hablar con él, si no por el contrario, ni mucho menos pedirle algo, “pues tú dirás, te ayudaré en lo que pueda”, Manuel comenzó a hablar circunspectamente,  “Se trata de mi nieta, ella…no sé si lo sabes, murió hace poco”,  Alan desvió la vista hacia el nudoso ciruelo que le proporcionaba sombra en ese momento y luego a las hojas secas de este en el suelo del jardín, “Sí, lo sé, un trágico suceso, créeme que lo sentí mucho”, “Quiero saber cómo está ella”, el viejo le espetó de repente, Alan se quedó con una incrédula sonrisa en los labios, honestamente confundido sobre si su amigo le hablaba en serio, “¿Qué…?” fue todo lo que pudo articular, “Eso, quiero saber si ella está bien, si necesita algo. No te hagas el inocente conmigo, sé muy bien que entiendes de lo que hablo, lo que sucede es que ella... no se ha ido, ¿entiendes?, sigue en el departamento”, Alan tomó una bocanada de aire, visiblemente incómodo, “¿Y cómo se supone que yo voy a saber eso?, ¿Crees que es ir por ahí y solo preguntarle?”, “Alan, por favor, nos conocemos hace mucho, tú entiendes de esas cosas, tú te mueves en ese mundo, sé que puedes ayudarme. Si no lo haces pensaré que no quieres…”, Alan se masajeaba la cara contrariado, como quien sabe que se está metiendo en un lío gordo, “Está bien, haré lo que pueda, pero te advierto que no es mucho…por cierto hay algo que no sé, ¿cómo murió?”.

Luego de que Alan se retiró, el abuelo se quedó con una leve, muy leve sonrisa en el rostro por haber conseguido convencerle, pero pronto esa sonrisa se borró, cuando vino a su mente la escena en que encontró, hace mucho tiempo, a su amigo Alan muerto en su casa, luego de haberse descerrajado un tiro en la sien mientras sostenía en sus brazos el cuerpo sin vida de su pequeño hijo.


León Faras.

6 comentarios:

  1. León,ya sé porqué me decías eso de que igual acababa media confundida con lo de las lecturas,pero he de regresarme y agarrar el hilo otra vez. Saludos!!..Una pregunta...no has pensado publicar lo que escribes??? =)

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  2. Tu dices, publicar en papel?...no lo sé, tú sabes, no sé si puedo ser tan comercial, no sé si soy bueno escribiendo, claro he tenido opiniones positivas de gente que lee lo que escribo, pero honestamente la palabra "escritor", aún me queda grande...o sea,leo harto, y he leido libros que pienso "yo lo haría mejor", pero hay otros que los siento muy superiores...es decir, es como un tipo que le gusta correr todos los días, pero al ver los atletas de las olimpiadas, los ve demasiado superiores, y piensa, si no corro más rápido que ellos, entonces para qué ir a la olimpiadas.
    Talvez es un miedo natural, talvez es una forma distinta de estupidez..me pusiste en aprietos con tu pregunta...(jaja). Y tú, también escribes, ¿no has pensado en publiclar?...

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  3. León la verdad si creo que deberias publicar en papel,yo te compro =B ji,uhmm...eso de compararse lo entiendo,pero para mi y otros más eres bueno,y en cuanto a los "mejores" no creo que hayan nacido siendolo,poco a poco,y obvio que a unos les gustara y a otros no,es parte del show.Me gustaria poder hojearte.Te hago una confesión y no te burles...te busqué en google pensé:"León seguro que ya tiene un libro por ahi y como no es presumido no me quiere decir" y mira,tengo razón,no te jactas con tus escritos y eso me gusta también. ;)
    Q yo publique? lo he pensado pero sólo sacaría lo de unos 10 ejemplares pa regalarlos a quienes me son importantes =B..un amigo me anima a hacerlo,me quiere mucho creo,además que es mi inspiración ¬¬ mmmm. Fue un párrafo sin presuncion alguna.Que pases exxxxxcelente finde...me quedaré guardada en casa esta vez...un abrazo!

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  4. Hola Belce, me llamó mucho la atención eso de tu amigo que te inspira, tomando en cuenta lo que escribes, claro, no me mal interpretes, me encanta, solo me refiero a la relacion "amistad-argumanto"(esa entrada tuya llamada "Oye", la he leido varias veces, es mi favorita, parece que le habla a un cadaver, cuyo mutismo le parece poco sexi, jeje).
    Muuuchas gracias por animarme a publicar, te prometo que cuando lo haga te enviare uno de los 10 ejemplares que se impriman. Aunque por ahora tengo un enjambre de estilos e historias pidiendo continuar.
    Que tengas un finde extraordinario guardada en tu casita...un abrazo para ti también.

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  5. =) saludos León,martes lluvioso. A ver je,eso que dije que mi amigo me inspira jajaja no creas que soy una especie de necrofílica no =B me refiero a esos escritos que dejan ver un atisbo de "amor" ja. El escrito que me mencionas...ahmmm se refiere a dos chicas, jugando con mi parte bi. =P
    ¿cómo que diez ejemplares? no León esa es mi cifra,seguro que pedirían más de los tuyos!. El fin estuvo bien,demasiada tranquilidad. Voy para arriba...

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  6. Ya me decía yo que no eras necrofílica ni nada, jaja. Muy buena tu exploración, aunque yo no creo que la haría, cuestión de género, nada más.

    Saludos belce, cuídate mucho.

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