domingo, 25 de septiembre de 2011

Crucifixión.


Lluvia de insultos y llantos
persistente impregna la madera
apenas arrastra, doloroso manto
camino empinado a la calavera.

Las heridas reviven con el sudor
y el peso que todas las almas cobran
fortaleciendo de nuevo al dolor
el patíbulo crece, las fuerzas se doblan.

Nadie osa siquiera a ayudar
nadie quiere compartir el castigo
no merece clemencia, tiene que pagar
por abrirle los ojos a un ciego mendigo.

En su frente una muestra de macabro humor
avergonzado el arbusto con su destino
el madero tampoco se siente mejor
no quiere la fama que le han concedido.

Un camino termina, uno nuevo comienza
le despegan la ropa de su cuerpo ajado
el golpeteo inicia su atroz cadencia
el hierro se baña de flujo sagrado.

Se yergue una más entre tantas cruces
una mujer sufre insondable tristeza
en la cima del poste un cartel se luce
se burla indemne de la realeza.

Ya casi se ha cumplido con la condena
en silencio perdona a sus ejecutores
una lanza termina con la faena
un inocente a pagado por los pecadores.

Se desata la más inclemente tormenta
la oscuridad inunda todo el lugar
algunos se afirman en su fe cierta
pues ha prometido resucitar.



León Faras.

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